Desde hace unos días dicha plataforma está recogiendo firmas a través de Internet para que los grandes supermercados germanos no ofrezcan en sus estanterías las fresas de Huelva. Se trata de una campaña a la que ya se han sumado más de 140.000 ciudadanos que piden a los principales supermercados alemanes, Edeka, Lidl, Rewe y Aldi, que dejen de vender las que llaman “fresas de la sequía” procedentes de España.
La campaña ha tenido una enorme repercusión mediática que ha traspasado fronteras, hasta el punto de que Alemania ha enviado a una comisión de parlamentarios para conocer in situ el asunto
En mi opinión, el boicot no puede justificarse, puesto que se parte de la premisa de que todas las fresas que se exportan a Alemania desde Huelva están regadas con agua “ilegal”. No se puede meter en el mismo saco a todas las empresas productoras de fresas por el mero hecho de localizarse en un determinado territorio.
Además, es una postura totalmente hipócrita, ¿desde cuándo nos interesa el origen del agua con la que se riega lo que compramos?, ¿y el tema de los derechos de los trabajadores?, ¿y si se le está pagando un precio justo al agricultor?, ¿y si están abusando del uso de pesticidas?. Resulta, cuanto menos, sospechoso.
Entonces, ¿qué es lo que está fallando?. Aparte de la pésima gestión que se está haciendo del Parque Nacional de Doñana (ya lo traté en un post anterior), creo que el sistema de etiquetado actual de los productos no ayuda, si las cosas fueran de otra manera todo sería mucho más fácil y menos “manipulable”.
El etiquetado de productos tiene principalmente una función: informar al consumidor de ciertas características importantes del producto. Es decir, facilitar la decisión de compra según el criterio o el gusto de esa persona. Este etiquetado debe ser legible, comprensible y fácilmente visible.
Pero la realidad es que existen tal cantidad de sellos certificados y sellos de greenwashing que, en lugar de facilitar un consumo consciente, hace que muchas personas se pierdan entre tanto dato y se desanime a la hora de interpretar la información que contiene el producto.
Propongo como solución un etiquetado "ecosocial" sencillo, universal e intuitivo a base de códigos de colores
El etiquetado podría incluir, al menos, la siguiente información para el caso de las fresas o cualquier otro producto agrícola:
- Agua: origen y legalidad.
- Responsabilidad social: comercio justo.
- Aspectos ambientales: indicar el uso de materiales tanto de la cadena de producción como del envasado.
- Huella de carbono.
- Cualquier otra información que pueda ser relevante.
De todo este asunto, haciendo una lectura positiva, me quedo con dos cosas:
- Gracias a este anuncio de boicot se ha puesto en primera línea el interés que existe por conocer el origen del agua que se utiliza para el cultivo, en este caso de la fresa. Es una excelente oportunidad que deberíamos de aprovechar para pensar de qué manera podríamos incorporar esta información al etiquetado. Tenemos que ser capaces de mostrar quién está haciendo las cosas bien y quién las hace al margen de la legalidad. Ayudemos a quien lo está haciendo bien para que lo visibilice y lo pueda mostrar al consumidor. Un sello de garantía del origen del agua puede ser una excelente tarjeta de presentación e información importante para los consumidores.
- Es evidente el enorme poder que tenemos como consumidores. Estoy convencida de que la única manera de cambiar el sistema productivo es que nosotros, como consumidores conscientes, presionemos con nuestros hábitos de compra para que los productos cumplan una serie de requisitos. La capacidad del consumidor de decidir si lo que compra responde a criterios ambientales y sociales y, en consecuencia, decide comprar o no comprar interviniendo en el mercado.
Sin duda el caso de “las fresas de Doñana”, nos invita a la reflexión. Aprovechemos esta oportunidad para repensar el modelo productivo actual y el papel que el agua juega en todo esto
Pongámonos a trabajar juntos y ayudemos a aquellos que hacen las cosas bien, todos saldremos ganando y la “marca España” se verá fortalecida. El propio consumidor expulsará del mercado a aquellos que no rindan cuentas. La reputación como país está en juego. No al boicot, sí a la fresa legal.